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María Belén Lara / Ciencia e Innovación para el Futuro
Un hallazgo sin precedentes en el norte de Chile posiciona al país dentro del mapa mundial de la paleontología. Investigadores de la Universidad de Atacama descubrieron el registro más completo conocido hasta la fecha de un ecosistema continental del período Triásico en Sudamérica, revelando una cadena trófica completa de hace 230 millones de años en pleno desierto de Atacama.
“Es la primera vez que se tiene un registro tan completo de una cadena trófica del Triásico en Sudamérica”, destaca la doctora María Belén Lara, investigadora de la Universidad de Atacama y especialista en paleoentomología.
Un lago prehistórico en el desierto
Donde hoy se extiende un paisaje árido, hace más de 230 millones de años existía un gran lago repleto de vida, con peces óseos, crustáceos, tiburones de agua dulce, bivalvos e insectos. Este entorno, preservado en la Formación El Mono, fue descubierto tras varias campañas de terreno en tres localidades situadas a unos 140 kilómetros de Copiapó, dentro y alrededor de la faena minera Kinross La Coipa, a más de 4.000 metros de altitud, lo que lo convierte probablemente en el yacimiento triásico más alto del mundo.
El estudio, publicado en la revista científica Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, forma parte de un trabajo liderado por el geólogo Diego Volosky (Universidad de Jena, Alemania), con participación de especialistas de Chile, Argentina y Alemania, bajo el paraguas del Consorcio Ciencia e Innovación para el Futuro.
Una ventana al nacimiento de la vida moderna
El Triásico (hace entre 250 y 200 millones de años) fue un período clave en la historia evolutiva de la Tierra, marcado por la aparición de los primeros dinosaurios y los linajes que darían origen a los ecosistemas modernos.
“Durante años los insectos del Triásico eran hallazgos accidentales. Hoy, por primera vez, salimos al campo con el propósito explícito de buscarlos”, explica Lara, quien ha identificado ejemplares de cucarachas fósiles de más de 230 millones de años, sorprendentemente similares a las actuales.
Los análisis combinan estratigrafía, sedimentología y paleontología, logrando una reconstrucción detallada del ecosistema. La próxima etapa del proyecto será determinar la edad exacta de los sedimentos y avanzar en estudios taxonómicos especializados en paleobotánica y vertebrados fósiles.
Un yacimiento excepcional
El nivel de preservación de los fósiles hallados —peces articulados, alas y cuerpos intactos de insectos— llevó a los investigadores a proponer que el sitio sea catalogado como un “Konservat-Lagerstätte”, término reservado para los depósitos con conservación excepcional, como Burgess Shale (Canadá) o Solnhofen (Alemania).
Hasta ahora, los grandes yacimientos triásicos se concentraban en Asia Central, Sudáfrica, Australia y Argentina. Chile, en cambio, era una incógnita. Este descubrimiento demuestra el enorme potencial paleontológico del Triásico chileno para entender la evolución de la vida en el hemisferio sur.
Ciencia desde el desierto
Las campañas de terreno se realizan en condiciones extremas: jornadas de siete a diez días, trabajo con martillos, lupas y cámaras, y una logística que combina ciencia y resistencia. “Mientras conversamos, los chicos están arriba y me envían fotos: los fósiles siguen apareciendo, no dejan de sorprenderme”, relata Lara.


El hallazgo ha impulsado a la Universidad de Atacama a fortalecer su línea de paleontología, con la apertura de la nueva carrera de Licenciatura en Ciencias con mención en Paleontología y un magíster especializado, consolidando al norte de Chile como un polo emergente para el estudio del pasado geológico del planeta.
“Este descubrimiento no solo reescribe parte de la historia natural de Chile —concluye Lara—, sino que también nos recuerda que los desiertos guardan las huellas más antiguas de la vida”.

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