La marea que no era roja: lo que aprendí estudiando microalgas en Arica

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Dra. Delia Laime / Ciencia e Innovación para el Futuro

Durante años, en Arica, cada vez que el mar cambiaba de color o aparecían peces muertos en la orilla, la respuesta era casi automática: “¡Es marea roja!”. Como bióloga y docente, escuché ese diagnóstico una y otra vez. Pero detrás de esas palabras había confusión. La llamada marea roja no es siempre roja, no es una marea… y lo más importante: no siempre es tóxica.

A diferencia del sur de Chile, en el norte no contamos con un sistema de monitoreo permanente de Floraciones Algales Nocivas (FAN), lo que deja muchos eventos sin explicación, alimentando la incertidumbre y el miedo en las comunidades costeras.

Uno de esos episodios ocurrió en diciembre de 2016. Se emitieron alertas, pero nunca se difundieron resultados concluyentes. No tuvimos acceso a los análisis toxicológicos. Fue en ese contexto que, junto al Dr. Arnaldo Vilaxa y un equipo interdisciplinario de la Universidad de Tarapacá, decidimos iniciar un proyecto científico con enfoque territorial: estudiar, detectar y comprender las floraciones algales en Arica desde el propio norte.

Ciencia desde el territorio

Gracias a fondos regionales, instalamos tres laboratorios en Arica, donde entre 2023 y 2024 analizamos muestras de aguas marinas, realizamos estudios histológicos en peces y trabajamos con tecnología satelital para anticipar zonas de riesgo. No queríamos seguir enviando muestras al sur, con demoras que degradaban los datos. Era como intentar diagnosticar una enfermedad con una biopsia tardía.

Además, comenzamos un proceso clave: el diálogo con comunidades costeras, pescadores y recolectores, explicando con claridad qué son realmente estas floraciones. Lo hicimos no solo desde lo técnico, sino también reconociendo y valorizando el lenguaje tradicional de quienes viven del mar.

Lo que aprendimos

Descubrimos que no toda floración algal es tóxica. Algunas especies pueden cambiar el color del agua a tonos rojizos, pardos o verdosos sin liberar toxinas, aunque sí afectan físicamente a los organismos marinos: por ejemplo, bloqueando branquias o reduciendo el oxígeno disponible. Aprendimos también que el color del agua no es un indicador automático de peligro, y que muchas floraciones se deben al exceso de nutrientes, sin que esto implique riesgo para peces o humanos.

Sin embargo, no es un fenómeno inocuo. Las FAN pueden tener impactos sanitarios, sociales, económicos e incluso psicológicos. El cierre de una playa, la desconfianza en la pesca local o la sospecha sobre los mariscos afectan directamente a comunidades enteras.

El caso del río San José y otros factores locales

En Arica no hablamos de deshielos como en el sur, pero sí de otro fenómeno clave: la bajada del río San José. Este cauce permanece seco casi todo el año, pero en febrero, con las lluvias altiplánicas, se activa con fuerza. Trae consigo sedimentos, nutrientes e incluso residuos urbanos, sumándose al flujo del emisario submarino que libera aguas servidas. Se ha detectado allí la presencia de bacterias como Escherichia coli.

A este cóctel se suma el aumento de la temperatura del mar, cambios en los ciclos mareales y condiciones ambientales alteradas. Si bien estos factores no causan por sí solos una floración nociva, sí crean el escenario propicio para que ocurra.

Por eso es tan importante mirar el sistema en su conjunto, no solo el color del agua. La costa ariqueña es un ecosistema vivo, sensible y dinámico, que requiere monitoreo constante y participación comunitaria.

Ciencia que conecta

Este proyecto me permitió volver a mirar el mar con otros ojos. Ya no como un objeto de estudio aislado, ni como un simple paisaje turístico, sino como un entorno que habla, cambia y responde.

También reafirmó una convicción que tengo como docente: el conocimiento que no se comparte no transforma. Por eso hicimos talleres, charlas y materiales de divulgación científica accesibles, porque entender una floración es también una forma de defender la salud ambiental de nuestra región.

Hoy, cuando alguien me pregunta si en Arica hay marea roja, ya no respondo rápido. Primero explico por qué ese término es engañoso. Luego, comparto lo que sabemos: que hay floraciones, sí, pero que no todas son peligrosas, y que con educación, monitoreo y diálogo podemos reemplazar el miedo por comprensión.

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